Una coalición de grupos de defensa religiosa ha lanzado una campaña para eliminar a Demon Slayer de los servicios de transmisión de EE. UU. Y los estantes minoristas. Los grupos argumentan que la serie, que presenta temas de caza de demonios y sobrenaturales, promueve el contenido satánico disfrazado de entretenimiento. Sus reclamos rápidamente ganaron tracción en línea, alimentando una tormenta de comentarios de críticos y seguidores por igual.
El movimiento ha generado aplausos e indignación, con los padres elogiando el llamado a los “medios de comunicación más limpios”, mientras que los fanáticos del anime lo condenan como un ataque alimentado por el miedo a la ficción. La controversia hace eco de enfrentamientos más allá del contenido de anime, pero esta vez el enfoque está en una de las series más populares globalmente, empujando la conversación más allá de los fandoms de nicho a la cultura convencional.
Controversia sobre temas de demonio

Las organizaciones basadas en la fe afirman que la representación del programa de demonios, rituales de sangre y reinos espirituales crea una “puerta de entrada” que podría engañar a los adolescentes vulnerables. Argumentan que vestir ideas ocultas en animación estilizada normaliza lo que llaman corrupción espiritual. Los críticos del anime creen que estos elementos visuales trivializan el mal y desdibujan las líneas morales entre el bien y el mal.
Desde entonces, las peticiones en línea y los ensayos de video han circulado, acusando a los creadores del uso de hermosas imágenes y narraciones emocionales a la “guerra espiritual de azúcar”. Estas voces instan a los padres a bloquear el acceso y el lobby para la acción regulatoria en las plataformas de anime, comparando la influencia del programa con el “adoctrinamiento suave” con el misticismo.
¿Visión artística o medios peligrosos?

En respuesta, los fanáticos y creadores defienden a Demon Slayer como un trabajo ficticio que explora el trauma, el sacrificio y la esperanza. Notan la claridad moral del programa: sus héroes luchan contra los demonios para proteger a los demás, no celebrar el mal. Los artistas y los críticos de anime argumentan que las imágenes religiosas son comunes en los medios de comunicación japoneses, no destinados a hacer proselitismo sino construir narraciones míticas.
Los partidarios también enfatizan la desconexión cultural: lo que los espectadores occidentales podrían interpretar como demoníacos a menudo refleja el folklore sintoísta o budista en Japón. Muchos fanáticos argumentan que interpretar estos elementos de fantasía como peligrosos ignora los temas centrales de amor, deber y dolor del programa, reduciendo la rica narración de historias a una lectura basada en el miedo.
Antiguos miedos, nuevos campos de batalla

Este choque refleja una división generacional y cultural más amplia sobre la alfabetización mediática. Algunos padres ven las historias de fantasía como subversivas o manipulativas, mientras que el público más joven las ve como herramientas metafóricas para procesar las luchas de la vida real. Con el alcance de Demon Slayer que abarca millones de hogares, la fricción entre los guardianes morales y los fanáticos del anime solo puede intensificarse.
A medida que se desarrolla este debate, plantea preguntas sobre los límites artísticos, la influencia religiosa y quién decide qué contenido es apropiado para el público. Ya sea que Demon Slayer termine censurado o defendido, la controversia ha reavivado una batalla de larga data sobre el lugar del anime en la cultura global.